domingo, 19 de julio de 2009

En el camino del Amor

Es realmente mucho el tiempo que siento ha pasado desde la última vez que he puesto una piedrecita en este camino. Porque todo lo escrito, lo compartido, siento es parte de un camino de Amor (y sí, con mayúscula), que en estos días percibí estamos todos llamados a recorrerlo, y es más, de alguna u otra forma todos lo vamos caminando.

Sí, quise escribir hace mucho ya. Porque distintas noticias, trascendidos, sentimientos me llamaban a escribir: el llegar a mitad del año, las angustias que se perciben en el aire (y se transmiten, capaz (!)), los propios caminos recorridos y, ahora, la proximidad (inminencia) del día del amigo, que como culto nos regalamos ese ¡feliz día! y algo más. Bueno, este quiere ser también mi algo más.

Ahora te comparto unas líneas que escribí hace un tiempo, no muy lejano, y que me invitan primero a mí, y que quiero hacerlas una invitación a todos, a transitar por el camino del Amor, a pesar de influenzas y demás bajones socio-existenciales.

“Quiero ser habitante, ciudadano del amor, y descubro que el amor, al igual que la vida, no es un “lugar” sino un camino. Es un constante caminar, un constante re-emprender… descubrir… empezar. Descubro que debo renovar a cada paso mi ánimo de caminante, teniendo cuidado de no equivocar mi paso, de no tropezar, de ser paciente para descubrir la senda.”

Muchas cosas en estos tiempos me hicieron pensar en este camino, y lo bello de ver al Amor como camino más que como lugar o meta. Porque el Amor en nuestras vidas, en la de cada uno, se va construyendo día tras día, y percibirlo como camino nos lo hace ver como una realidad dinámica, transformante y en transformación, más que como una realidad estática, aprehensible y uniforme.

Como el Salmo primero, la vida se torna en camino y en opción: de vida o de muerte, de amor o de odio, pero más aún de Amor o de egoísmo.

“No somos trigo limpio ni tierra toda buena; el amor y el egoísmo pugnan dentro de nosotros ante cada opción, ante cada persona, ante cada actitud.”

“Al final de cada día, mi examen puede ser: ¿cuánto amé, cuándo amé, y cuándo, y en cuántas ocasiones, no quise amar, opté por un obrar egoísta?”

Y a veces no es fácil percibir en qué camino estamos, porque un mismo gesto, una misma palabra, puede nacer de las fuentes diversas del amor o del egoísmo. ¿Cómo entonces puedo percibir si estoy caminando por las sendas del Amor? Y la respuesta intuyo se encuentra en nuestro profundo interior, donde sólo puedo entrar yo.

Pero más aún es ponerse a caminar, estar dispuesto a emprender el camino y percibirme en camino. Realidades concretas me mostrarán el camino: lo primero, la propia vida y los regalos que me da, luego el espejo de Amor que puedo percibir en los otros (una palabra de aliento, su compañía, su paciencia, y hasta los mismos enojos), y también la constatación de ver cómo el Amor fluye desde mí (en una palabra, en un gesto, en un saludo, en un servicio). De repente me daré cuenta que el Amor me rodea y solo aparece el camino ante mí: ¿acaso me negaré a recorrerlo?

Ya terminando este regalo que quise hacer con ocasión de estar “a mitad de camino” de este año (como parando bajo la sombra de un árbol para mirar las huellas dejadas), y del día que recordamos de manera muy particular a nuestros queridos “compañeros de camino”, quiero compartir algunas pistas más que pueden ayudar a transitar por el camino del Amor.

“Primero, abrir los ojos y todos los sentidos para percibir y agradecer el regalo de cada día, de la propia vida, de la hermosura de la creación, de mi propia naturaleza y del regalo del otro (de cada hermano). Verdaderamente, cada hermano (cada amigo, cada “compañero de camino”) es un hermoso regalo de la vida que no quiero ni debo dejar pasar desapercibido. Cada hermano, cada realidad, y mi propia naturaleza son una invitación a agradecer por la gratuidad de la vida.”

“Segundo, transformar esta percepción de regalo en servicio y gratuidad. Jesús nos dice: “recibieron gratuitamente, den también gratuitamente”. No servir en el sentido del deber, sino en el sentido del querer, y no vivir al Amor como obligación sino como opción. Cultivar la gratuidad es ser consciente que la vida es un regalo; cultivar el servicio gratuito es hacer fluir la gratuidad de la vida, hacer fluir al Amor.”

“Tercero, saber de la fragilidad propia y ajena para amar. Como el Amor es camino, todos estamos llamados a recorrerlo y nos hallamos amenazados por las propias dificultades del caminar y del hacer camino. Esto me invita a la compasión, a la misericordia, a la comprensión de las dificultades propias y ajenas, llevando al amor a una medida más justa: amar desde lo real, desde las luces y las sombras, amar desde lo que soy y desde lo que el otro es, amar desde lo que es y no desde lo que pretendo que sea. “No juzguen, porque serán juzgados”, dice el Señor. Amar sin juzgar, amar sin encasillar, amar “en camino”, amar desde los límites será propiamente amar.

“Cuarto, despertar a la conciencia de la libertad. El amor, el bien sólo pueden nacer de un corazón libre. El amor, sin libertad, no es amor; el bien, sin libertad, no es bien. Sólo ama el que es libre, y la libertad también es camino de liberación: de las propias exigencias (anhelos, deseos) generadas, de las exigencias (en el ser, en el hacer, en el tener) que proyecto hacia los demás, en las exigencias de ser apreciado, valorado, respetado, amado, de las pretensiones vitales que enmarcaron el valor de la vida en el hacer, en la capacidad, en la utilidad.”

“De alguna forma, la libertad halla su camino en la gratuidad, que encuentra su cauce en el servir y que invita a transitar por este camino de amor-libre-servicial-misericordioso que transforma nuestra naturaleza, la plenifica y nos despierta a la vida y a la felicidad.”

Estas son algunas resonancias de mi corazón es estos tiempos. Termino invitándote a hacer tu propio camino de Amor, buscar tus propias intuiciones y vivirlas, de tal forma que tu naturaleza sea el amor y destile amor, como la rosa su aroma, como la lámpara su luz.