domingo, 1 de noviembre de 2009

Acompañando...nos

“Cuando lo llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús.” (Lc. 23,26)

Sobre esta imagen evangélica quiero volcar ahora nuestra mirada. Sé que no estamos en Cuaresma; es más, ya se acerca el final del año litúrgico y el comienzo del Adviento en preparación de las fiestas de Navidad, pero consideraba que esta imagen, este icono del cireneo es particularmente significativo en este final de año.

¿Dónde nos hallamos ubicados? Utilicemos la imaginación, ayudada por la narración.

Jesús, el Nazareno condenado por las autoridades romanas y judías, va camino a lo que será su muerte, que podemos para ayudarnos a colocarnos en la imagen relacionar esta muerte con “vocación” o llamada radical, situación definitiva también a la que estamos llamados. Entonces, Jesús condenado a muerte asume este trágico desenlace de su vida, que es en verdad el resultado más esperable frente a lo “revolucionario” de su opción, de sus palabras y de sus obras. Ya no hay nada que hacer, sólo cargar la cruz y dirigirse al monte Calvario, seguro del final.

Suena trágico, porque en verdad lo es… a nadie le gusta morir, menos si esa muerte es acompañada por dolor e incomprensión. Es más, la muerte de Jesús parece ser un rotundo fracaso de su proclamación, de lo que quiso enseñar con su vida. Ahora, en esta muerte se esconde la vida y la esperanza de un hombre que es fiel hasta el final por confiar plenamente en la Promesa.

Y su Padre no lo dejará…y al final le otorgará su consuelo. Pero antes, ya de camino, se vale de otros.

Simón de Cirene, un hombre que “estaba en otra”, seguramente con ganas de descansar o de ir al Templo por las Fiestas de la Pascua judía. “Que venía del campo” podríamos entenderlo así…que pasaba por ahí, y sin quererlo se encontró con una situación inesperada. De repente, el que cargaba con la cruz pasa frente a él, y no le queda otra (porque al parecer no tenía opción) que ayudarlo, tomar la cruz del que iba a ser crucificado y colocarse detrás.

¿Qué habrá pensado Simón? ¿Qué habrá sentido? Imaginándome una reacción bien de muchos, podría haber dicho en su interior: ‘y a mí quien me manda cargar con la cruz de este hombre… de este delincuente… ya hubiera llegado al Templo y estaría haciendo mi ofrenda… ¡cómo los justos deben hacerse cargo de los pecadores!’ y otro montón de cosas totalmente paradójicas.

Ahora, demos un paso más, y tan sólo quedémonos con la imagen de Simón llevando la cruz de Jesús… de un hombre llevando la carga de otro hombre…

Proyectemos esta imagen hacia nosotros mismos, y coloquémonos en una y otra situación: en la de Jesús, que asumiendo su vocación camina al final de “este tiempo” al que debe dar una respuesta, y por darla carga con una pesada cruz…; en la de Simón, que es llamado a cargar con una cruz que no le pertenece, ayudando a Jesús a llegar al final del camino.

O bien, veámonos en relación a quienes se hallan en mi camino y hacia dónde siento que este camino me va conduciendo…en sus opciones, en sus sacrificios, en sus pesos, en la vida y en la muerte que genera.

Debemos asumir una respuesta, y tal vez en este fin de año replantearnos o reafirmarnos opciones, frente al llamado de la vida; debemos asumirnos en una vocación. ¿Cómo la vamos asumiendo? ¿Qué actitudes vamos teniendo: de confianza o de desesperación? ¿Cuál es el nombre de la cruz que me toca llevar? ¿Cuál es el sacrificio que estoy llamado a realizar? ¿Quién es aquél que me ayuda a cargar la cruz, a llegar hasta el final? ¿Me permito ser ayudado, dejar que otro cargue por un momento con mi cruz? ¿Cómo lo valoro?

Y también estamos invitados a acompañar en las respuestas, en las opciones, en el llamado que aquellos que están junto a mí deben seguir, deben asumir. Tal vez estaba en otra, pero mi hermano me sale al cruce con su cruz a cuestas. ¿Qué hago? ¿Cómo asumo esta situación? ¿Cómo la reconozco? ¿Quién a mi lado necesita que le ayude hoy a cargar con su cruz? ¿Qué sentimientos y actitudes me genera? ¿Puedo dejar de lado “mis cosas” para ayudar, para cargar con una cruz ajena?

Todo tiempo es bueno para hacer nacer de nuestro corazón estas actitudes y reconocernos acompañados y acompañantes. En este final de año, frente a las opciones que quienes estamos en camino formativo religioso debemos asumir, y a todos aquéllos que un fin de año se les transforma en un momento de síntesis de las cosas vividas, unido al asumir un tiempo fuerte de estudio y exámenes para aquellos que forman parte del mundo estudiantil; sí, en este final de año, que sepamos dar cuenta qué cargamos y hacia dónde vamos… y cómo podemos estar a mano para cargar junto al otro la cruz de cada día. Que podamos reconocernos caminantes, acompañados y acompañantes, y asumir con humildad uno y otro lugar.