miércoles, 28 de julio de 2010
El camino de la Alianza - Segunda Posta
domingo, 18 de julio de 2010
El camino de la Alianza
Introducción: La Alianza del Pueblo Elegido
Después de mucho tiempo sin escribir, quiero compartirles un camino hecho en estos días. Es el camino de escuchar cómo Dios habla a su pueblo, Israel, amándolo, cuidándolo e instruyéndolo a través de su siervo Moisés antes de entrar a la Tierra Prometida. Es un recorrido a través del quinto libro de la Biblia, el Deuteronomio, por el cual busqué esos rastros del amor Divino, que nos amó siempre, nos buscó siempre, nos liberó de nuestras esclavitudes y espera paciente que nosotros lo elijamos, como Él gratuitamente nos eligió desde la eternidad.
Los invito que, a lo largo de las siguientes publicaciones, puedan colocarse en el lugar del Pueblo de Israel que escucha la voz del Dios de la Alianza. Como Israel, nosotros también somos herederos de una alianza plenificada en Cristo Jesús. Comencemos a descubrirla...
Primera Posta:
¿Cuál es la imagen de Dios que nos transmite la Palabra?
Podemos tomarnos un tiempo para leer al vuelo los primeros capítulos del Deuteronomio, en particular desde el capítulo 4 al 6. Leyéndolos, somos capaces de reconocer a un Dios cercano que quiere revelarse a su Pueblo, que a lo largo del camino del desierto se ha ocupado de él, que por amor a ellos y a sus padres no los ha dejado nunca.
“Tu Dios es misericordioso, no te abandonará...” (Deut. 4,31)
“Dios amó a tus padres y eligió a su descendencia” (Deut. 4,37)
“Dios que está en medio de tí, es un Dios celoso” (Deut. 6,15)
El Dios de Israel es un Dios que ama, obra, rescata y realiza una Alianza con su pueblo por propia iniciativa. Es Dios quien sale al encuentro, sabiendo que puede ser rechazado, pero aún así manteniendo su fidelidad.
“Cuando estés angustiado y te alcancen todas estas palabras, al fin de los tiempos, te volverás a Dios y escucharás su voz” (Deut. 4,30).
¡Que poderosa imagen la de un Dios amante que busca el amor de su pueblo!
¿Cuál es la imagen que tengo de Dios?
Hagamos ahora vida la Palabra. Mi Dios: ¿es un Dios claro a mi entendimiento, o se halla confuso?, ¿es un Dios cercano o lejano a las cosas que vivo diariamente, a mis problemas, a mis alegrías y a mis tristezas?, ¿es Dios Padre, Madre, Jesucristo, el Espíritu de Dios, es el Dios-Providencia, es el Dios-Ternura, es el Dios castigador?, ¿cómo es Dios en mi corazón y en mi entendimiento?
Podemos tomarnos un tiempo de silencio, de mates solos, para respondernos a esta pregunta, pues la imagen que tenemos de Dios refleja mucho de la forma en que nos llegamos a relacionar con Él en la oración, a la forma en que lo sentimos presente en nuestro cotidiano vivir, y las cosas nuestras que proyectamos hacia Él, desfigurándolo muchas veces de quien verdaderamente es.
Reconociendo la imagen que tenemos de Dios, podemos animarnos a plasmarlo en forma escrita, describiéndolo y puntualizando de dónde nos viene esa imagen. ¿Transmisión de la catequesis?, ¿mis padres?, ¿la escuela?, ¿la sociedad?, ¿mis propias necesidades y deseos? También sería válido plasmarlo en un dibujo, una pintura o en un moldeado de arcilla; lo importante es plasmar la imagen, descubrir de dónde viene y constatar cómo me relaciono con ella.
Nos debe quedar claro una cosa al final del ejercicio. Esa imagen hecha de Dios, no es Dios. Dios es mucho más que lo que podamos imaginarnos o sentir de Él. Pero necesitamos relacionarnos con Él de una forma cercana, comprensible... por eso Jesús nos lo presentó como Padre. Así, el describir a Dios y descubrir la génesis de esa figura nos puede llevar a purificarla, viendo de qué cosas nuestras la hemos cargado y qué cosas nos hablan de lo que realmente creemos que Él es.
Al fin, este ejercicio nos puede conducir a un camino de profundización de la imagen de Dios, para entenderlo mejor, para reconocerlo, para redescubrirlo cada día más. Este ejercicio nos puede transformar en buscadores de este Dios que siempre se presenta nuevo, desbordante pero reconocible; buscadores del Dios de Jesús y del Dios de nuestras vidas.
No puedo tenerte Dios, de mí te escapas,
y cuando creo que te tengo, ya no estás,
Tú, el siempre cercano que no puedo captar.
Te escurres, en mis manos, como agua
pero como el agua me das vida,
me refrescas, me calmas, me limpias.