domingo, 3 de marzo de 2013

Vida... muerte... Vida


Una mujer, militante de un centro comunitario de barrio Ludueña, murió este miércoles a la madrugada tras recibir un disparo en la columna. Cayó herida en medio de un supuesto enfrentamiento entre bandas. Una compañera y amiga de la víctima dijo que quienes la mataron son jóvenes que años antes asistían al comedor donde ella trabajaba y que los enfrentamientos como los de este martes a la noche son cosa de todos los días.
(...) Su nombre era Mercedes Delgado y era una militante social: trabajaba en el centro comunitario San Cayetano, muy activo en la zona desde la crisis 2001, cuando, según la descripción de un militante político que conoce la actividad del grupo, "puso cuerpo y alma".
Hoy, en ese centro comunitario de origen cristiano en el que todos los días comen 400 chicos, el dolor era inconmensurable, igual que la indignación: varias mujeres pintaban pancartas para pedir justicia y anticipaban que realizarán marchas con esa consigna.”
Fuente: rosario3.com

Había participado de una reunión en el coro que integraba. Aunque más tarde debía salir para un nuevo compromiso, al llegar a su casa de la zona norte de Rosario decidió guardar el auto. La cochera está expuesta, protegida apenas por una reja baja, negra. Un rato después volvió a sacar el coche a la calle, pero luego desistió de ir a la reunión en la que era esperado. Cuando fue a estacionarlo de nuevo, definitivamente, lo atacaron y lo asesinaron para robarle.
(...) Aldo Pavón, de 55 años, era supervisor del Ministerio de Educación. Un referente en Santa Fe en el área de enseñanza privada, según comentaban ayer sus colegas.”
Fuente: clarin.com

No los conocí, nunca vi sus rostros, no conozco sus voces, pero ellos dos, Aldo y Mercedes, estuvieron muy vivos aquí, en el Ludueña. Escuché los testimonios de quienes los quieren mucho, y eso me hizo quererlos también.

Mercedes era la cara más visible de la comunidad de San Cayetano. Su presencia no era de faltar en el comedor, poniendo sus manos todos los miércoles para preparar la comida para las familias del barrio. También prestaba su casa para la realización de un taller de costura. Su último gesto antes de adelantarse a nosotros fue el de preparar los regalos que se iban a repartir el día de los reyes magos. “Meche” se fue, pero sin dejar la mecha encendida de otra sociedad posible.

Aldo era muchas cosas, pero sobre todo era maestro. Maestro de aula y de vida. Por muchos años fue docente en la escuela del padre Edgardo, y aún lo era cuando le acaeció tan cruento final. Sus alumnos, los más grandes, los del secundario de adultos, no se resignan a olvidarlo. Sus compañeros tampoco. Recuerdan su presencia/palabra cercana, certera, sincera.

Mercedes y Aldo estuvieron y hoy siguen estando. En los pocos días de vivir como testigo de tantas historias de vida se va gestando en mí esta certeza de que la vida entregada es vida que no muere, porque la muerte misma no puede callarla, no puede apagarla.

La mecha de Mercedes crece en su comunidad y en el barrio, y ella revive en cada mesa de trabajo, en cada plato repartido, en cada compañero y compañera, hermano y hermana, que no baja sus brazos en la lucha diaria por un mundo, por una ciudad, por un barrio con mayor justicia, con mayor amor.

Las palabras de Aldo no se perdieron, y hoy son nombradas por sus compañeros y compañeras, por sus alumnos y alumnas que no lo olvidan, y que llaman a su recuerdo con, por lo menos, un aula que lleve su nombre. Y no solo un aula, sino más aún su presencia imborrable en las vidas de quienes llegaron a conocerlo.

Hay vidas que duran un instante:
su nacimiento.
Hay vidas que duran dos instantes:
su nacimiento y su muerte.
Hay vidas que duran tres instantes:
su nacimiento, su muerte y una flor.
-Roberto Juarroz-

Mercedes y Aldo, gracias.