“Una mujer,
militante de un centro comunitario de barrio Ludueña, murió este
miércoles a la madrugada tras recibir un disparo en la columna. Cayó
herida en medio de un supuesto enfrentamiento entre bandas. Una
compañera y amiga de la víctima dijo que quienes la mataron son
jóvenes que años antes asistían al comedor donde ella trabajaba y
que los enfrentamientos como los de este martes a la noche son cosa
de todos los días.
(...) Su nombre era
Mercedes Delgado y era una militante social: trabajaba en el centro
comunitario San Cayetano, muy activo en la zona desde la crisis 2001,
cuando, según la descripción de un militante político que conoce
la actividad del grupo, "puso cuerpo y alma".
Hoy, en ese centro
comunitario de origen cristiano en el que todos los días comen 400
chicos, el dolor era inconmensurable, igual que la indignación:
varias mujeres pintaban pancartas para pedir justicia y anticipaban
que realizarán marchas con esa consigna.”
Fuente: rosario3.com
“Había participado
de una reunión en el coro que integraba. Aunque más tarde debía
salir para un nuevo compromiso, al llegar a su casa de la zona norte
de Rosario decidió guardar el auto. La cochera está expuesta,
protegida apenas por una reja baja, negra. Un rato después volvió a
sacar el coche a la calle, pero luego desistió de ir a la reunión
en la que era esperado. Cuando fue a estacionarlo de nuevo,
definitivamente, lo atacaron y lo asesinaron para robarle.
(...) Aldo Pavón, de
55 años, era supervisor del Ministerio de Educación. Un referente
en Santa Fe en el área de enseñanza privada, según comentaban ayer
sus colegas.”
Fuente: clarin.com
No los conocí, nunca vi
sus rostros, no conozco sus voces, pero ellos dos, Aldo y Mercedes,
estuvieron muy vivos aquí, en el Ludueña. Escuché los testimonios
de quienes los quieren mucho, y eso me hizo quererlos también.
Mercedes era la cara más
visible de la comunidad de San Cayetano. Su presencia no era de
faltar en el comedor, poniendo sus manos todos los miércoles para
preparar la comida para las familias del barrio. También prestaba su
casa para la realización de un taller de costura. Su último gesto
antes de adelantarse a nosotros fue el de preparar los regalos que se
iban a repartir el día de los reyes magos. “Meche” se fue, pero
sin dejar la mecha encendida
de otra sociedad posible.
Aldo
era muchas cosas, pero sobre todo era maestro. Maestro de aula y de
vida. Por muchos años fue docente en la escuela del padre Edgardo, y
aún lo era cuando le acaeció tan cruento final. Sus alumnos, los
más grandes, los del secundario de adultos, no se resignan a
olvidarlo. Sus compañeros tampoco. Recuerdan su presencia/palabra
cercana, certera, sincera.
Mercedes
y Aldo estuvieron y hoy siguen estando. En los pocos días de vivir
como testigo de tantas historias de vida se va gestando en mí esta
certeza de que la vida entregada es vida que no muere, porque la
muerte misma no puede callarla, no puede apagarla.
La
mecha de Mercedes crece en su comunidad y en el barrio, y ella revive
en cada mesa de trabajo, en cada plato repartido, en cada compañero
y compañera, hermano y hermana, que no baja sus brazos en la lucha
diaria por un mundo, por una ciudad, por un barrio con mayor
justicia, con mayor amor.
Las
palabras de Aldo no se perdieron, y hoy son nombradas por sus
compañeros y compañeras, por sus alumnos y alumnas que no lo
olvidan, y que llaman a su recuerdo con, por lo menos, un aula que
lleve su nombre. Y no solo un aula, sino más aún su presencia
imborrable en las vidas de quienes llegaron a conocerlo.
Hay vidas que duran un
instante:
su nacimiento.
Hay vidas que duran dos
instantes:
su nacimiento y su
muerte.
Hay vidas que duran
tres instantes:
su nacimiento, su
muerte y una flor.
-Roberto
Juarroz-
Mercedes
y Aldo, gracias.