miércoles, 22 de abril de 2015

Llamados al Amor


¡Cómo nos ama el Padre que nos da el nombre de hijos de Dios! ¡Y lo somos realmente! (Cfr. 1Jn. 3,1)

Vamos transitando esta semana de oración por las vocaciones. Este próximo domingo 26 de Abril nos unimos como Iglesia para rezar unos por otros en nuestra realidad profunda de “llamados”.

Quiero hacerles la invitación de reflexionar desde esta certeza de nuestra fe: que vos, que yo, que todos los cristianos, y todos los hombres y mujeres de toda religión y cultura somos receptores de una vocación común. Es decir, todos somos “llamados” desde el momento que vemos la luz. ¿Y qué llamado recibimos? A vivir en la condición de “hijos de Dios”, que no es otra cosa que responder al proyecto de Dios en nuestras vidas: peregrinar de continuo hacia la plenitud de la humanidad, personal y comunitaria.

¡Todos somos hijos de un mismo Padre! ¡La vocación más grande que tenemos es ésta! ¡Cuánto bien haría a nuestra humanidad herida reconocernos hermanos, hijos de un mismo Padre! Para quienes somos creyentes, la fe en Dios-Padre debe transfigurarnos en cada aspecto de nuestra vida. Gozar de la condición de “hijos” de quien nos ama con amor gratuito tiene que movilizarnos de tal modo que toda nuestra existencia se vea transformada. El amor gratuito de Dios nos llama a amar con esa misma gratuidad. ¡Allí se consuma nuestra respuesta!

Ese amor gratuito recibido y otorgado es el que nos conduce a la plenitud de nuestra humanidad. Bien podemos generar fantásticos descubrimientos, llegar a conocer los planetas y soles más lejanos, recorrer el mundo entero... pero sin el amor nada de eso tiene sentido. Porque venimos del amor y hacia el amor vamos caminando. Porque sólo el amor nos hace humanos, ya que humano es no sólo quien piensa, sino quien abraza, quien contempla, quien ríe y quién llora. El amor nos humaniza y nos hace semejantes al Padre... por eso también el amor nos diviniza.

Cada uno de nosotros recibe este llamado al Amor en su corazón para responder en un Proyecto de Amor. La Vocación, el Proyecto de Vida, está ya en nosotros... sólo debemos darle lugar a que pueda dejarse ver o, mejor dicho, oír. Este llamado al Amor es la voz inquietante de Dios que nos incita a darnos enteramente a Él y a nuestros hermanos y hermanas... y yendo cada vez más a lo fino, a responder concretamente a través de una profesión y un estado de vida laical, consagrada o sacerdotal.

Todas las vocaciones nos invitan a lo mismo: al Amor. No hay vocación más digna que otra, o que nos acerque más a Dios. Si Dios es Amor, y todos somos llamados al Amor, entonces todos somos llamados a estar cerca de Dios.

Entonces, ¿para qué rezamos? Comúnmente se asocia esta jornada de oración por las vocaciones a pedir por las vocaciones sacerdotales y consagradas. Yo les dejo la invitación de rezar por TODAS las vocaciones: la propia en primer lugar. Que cada uno pueda preguntar: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”. Y, en segundo lugar, pedir que Dios envíe su Espíritu Santo para que ilumine a tantos hombres y mujeres que en el mundo han olvidado su llamado primigenio a construir la Civilización del Amor.

Y que nosotros, salesianos, podamos pedir especialmente por tantos jóvenes que viven huérfanos de sentido, sin ningún horizonte vital, sin amar porque no tienen quién los ame y quien les refleje el Amor de Dios-Padre. Que nosotros, salesianos, podamos ser para ellos reflejo del Padre y hagamos que en sus corazones resuene esta hermosa Palabra: “Tú eres mi hijo muy querido”. Amén.