domingo, 29 de marzo de 2009

Uno mas uno no siempre es igual a dos

Hace bastante tiempo que pienso en esta loca ecuación. Tenía pensada contarla como una charla, que más o menos sería así:

- Dígame, Sr., cuánto es uno más uno…

- Depende…

- ¿Cómo que depende? Son matemáticas, Sr., y de las más simples. Es, diría, lo que primero aprendemos de pequeños…

- Si, ya sé, yo también creía que era una respuesta única y sencilla, pero con los años aprendí que uno más uno no siempre es dos…

- ¿Y si no es dos, qué resultado da esa ecuación?

- A veces dos, a veces uno, a veces cero, a veces tres.

- ¿Me lo puede explicar mejor? Esas matemáticas no me las aprendí en la secundaria.

- Es que las matemáticas no dan la respuesta… yo hablo de lo que veo en la realidad, en lo que pasa todos los días. ¿Acaso usted ve números caminando por la calle?

- No, veo individuos, perros, gatos, postes de luz, árboles…

- ¡Ahí está! Y si ve a una persona al lado de otra que están sentados en una parada de colectivos esperando, ¿cuántas personas ve?

- Yo vería dos personas.

- Bueno, yo veo una persona al lado de otra persona, pero no dos.

- Me deja desconcertado, Sr. ¿Una persona al lado de otra persona no son dos personas?

- Mire, lo que pasa es que el dos las abarca a ambas, pero ellas, las personas, no se abarcan la una a la otra. Son como un uno al lado de otro uno que andan por el mundo…

- ¡Qué lógica su lógica, Sr.! Y si me cruzo por una obra en construcción y veo a, como usted me dice, una persona junto a otra trabajando en la misma obra, ¿cuántas personas hay?

- ¿Cuántas cree usted que halla?

- Yo también creeré que dos.

- ¿Y sabe por qué hay dos?

- No, dígame usted…

- Para mí la respuesta puede ser que hay uno junto a otro uno, o realmente dos. Y la respuesta sería dos si tal y cual se abarcan, que es lo mismo que decir que se conozcan y no sólo se conozcan, sino que obren de tal forma que sean un conjunto. Entonces serán como un todo, como el dos, y no simplemente una agrupación de unos.

- ¡Usted, más que matemático parece filósofo o sociólogo! Pero ahora le pregunto: El uno más uno no da dos, o da dos, pero… ¿cómo da tres?

- Y no solamente puede dar tres, también cuatro, cinco, seis, diez, cien, mucho más…

- Ya me parece claro que no estamos hablando de matemáticas…

- De matemáticas abstractas no, sino de las reales, porque hablamos de lo que podemos ver si abrimos bien los ojos cuando salimos por la calle… ¿usted vio que un uno se sume a otro uno y se transformen en un dos? Perdone mi inocencia, pero yo no lo vi nunca.

- Pero dígame por favor, ¿cómo si sumo un uno mas otro uno pueden dar tres?

- Yo tengo cuatro hermanos, todos nacidos de un mismo matrimonio. Entonces, somos cinco hermanos nacidos de nuestros padres. En la naturaleza, uno más uno dio cinco o siete, según la óptica con que lo mires.

- Eso es la procreación. Por lo que si veo una pareja de novios puedo estar viendo un uno más uno que puede ser más que dos…

- Creo que estamos entendiéndonos… pero en el hombre la suma puede dar más, y no sólo por la naturaleza. Fíjese: conozco a una persona que se ha sumado a otra persona y una junto a la otra comenzaron a ayudar en una villa, atendiendo en un merendero y dando ayuda escolar a los chicos que se lo pidieran. Al cabo de un tiempo, hubo chicos que ayudaban a otros chicos, y hubo personas que se sumaron a las primeras. Entonces, uno más uno se transformó en abundancia, en diez, en cien, en mil… ¿me comprende?

- No solo lo comprendo, sino que me deja asombrado. Ahora, hay una última pregunta que quiero hacerle. Al principio dijo que el uno más uno puede dar cero. Eso no sería una suma sino una resta, pero de la forma en que me lo va explicando: ¿cómo es esto posible?

- También en la realidad usted lo ve, y corre por el mismo cause, pero invertido, y es una pena que esto pase. Y le digo más, no da cero únicamente, puede dar mucho menos. Y aquí y ahora le explico la dinámica de lo que le expuse, señor: El uno más uno que da igual a uno es la dinámica de la indiferencia, donde simplemente yo me quedo en mi individualidad y no trasciendo hacia al otro y ni me interesa hacerlo; el uno más uno que da dos es la dinámica de la cooperación o solidaridad o alteridad, donde trasciendo a mi propio yo para salir al encuentro del otro, quien también me reconoce y me sirve de ayuda, de complemento, de crecimiento; el uno más uno que da tres o más es la dinámica de la fecundidad, como usted bien lo dijo, donde mi ser con otro da cabida a muchos otros que se van sumando y a los que va dirigido el obrar; y el uno más uno que da cero o menos es la dinámica de la destrucción, donde lo que hago busca dañar al otro, al mismo tiempo que me daña a mí… porque la violencia, la guerra, el maltrato, el odio, y la transformación de quien debe ser un otro en un simple número, estadística, o un simple objeto de comercialización, hace desaparecerlo, y si él desaparece yo desaparezco, porque tampoco valgo yo, porque no di valor al otro, semejante a mí. ¿Entiende mis ecuaciones?

domingo, 8 de marzo de 2009

Alicia en el país... (del mp3)

Tengo una voz crítica que me asoma en el pensamiento. Y es crítica para mí, para vos, para todos, capaz…

¿Cuántos objetos-realidades (¿realidades?) de dispersión hoy están en boga de ciertos sectores sociales que los ubican, a estos sectores, en una actitud (voluntaria o involuntaria) alienante de otros sectores o realidades (humanas, planetarias, vitales)?

¿Se entiende la pregunta?

Esta época parecería estar marcada por la comunicación: empezando por la gigantesca proliferación de libros en el mercado (porque ahora es un mercado), los medios radiofónicos, los televisivos (por aire, por cable, por satélite), la telefonía celular (con sus promociones de miles de mensajes para gastar en cinco días, no mal pensado por las oficinas de marketing), la música, las películas y la bienaventurada internet (que nos ofrece todo esto y más…).

Constantemente nos hallamos comunicados con cientos de personas, y les damos a conocer hasta nuestro estado de ánimo. Pero siento este cuestionamiento, que tal vez alguno se anime a responder: ¿por qué existe – especialmente en las grandes ciudades, templos de la comunicación – ese sentimiento abrumador a soledad?, o frente a tantos medios de comunicación ¿dónde quedó la comunicación personal, íntima?, ¿acaso a la vez que se ampliaron los medios para comunicarnos, lo que comunicamos se ha vuelto más superficial, más “de la piel”, menos comprometido al saber o intuir la amplitud que cobra el mensaje?

Otra realidad que marcan estos medios es el elitismo que, a mi entender, importan. Porque, atendiendo a la realidad social, y como hacía notar en la primera pregunta, hay importantes sectores sociales que no tienen acceso a esta red comunicacional, ni material ni comprensivamente. Son los desheredados de la post-modernidad, los “out” del mundo virtual y a los que sólo le queda la realidad, que muchas veces le resulta indiferente y sorda ante su voz.

Este mundo post-industrial, lleno de diversificación productiva, ha creado una gran cantidad de necesidades (que nos podríamos preguntar si lo son realmente) entre las cuales se halla la de comunicarse y tener acceso a los medios de comunicación. ¡Y la necesidad ya se creó!, entonces: ¿qué hacemos con ella? ¿acaso sólo respondemos y aceptamos sin más que hay miembros de la humanidad que pueden caratularse como los “comunicados” y otros como los “incomunicados” – y si no tengo noción de la existencia del otro, no es – o nos animamos a reaccionar?

¿Son las inmensas posibilidades de comunicación por los diferentes medios creados negativos? Por supuesto que no. ¿Y cual es la reacción que a nosotros, los “comunicados”, nos queda? Creo que la de hacer cada vez más accesible la comunicación para todos, pero más aún la de priorizar la comunicación primigenia, la personal, la de cara a cara, la que nos es palpable, y vivir más en la tierra donde el hombre es de carne y hueso que en aquella donde es una decodificación de ceros y unos.

Hoy la lectura del Evangelio nos habló de la transfiguración de Jesús, es decir, cuando mostró su Divinidad a sus discípulos. Pero “de pronto, al mirar a  su alrededor, ya no vieron a nadie; sólo Jesús estaba con ellos” (Mc. 9,8). Esto me resuena como “sólo el hombre estaba con ellos”. Toda esa luz, todo había desaparecido y sólo quedó ese Jesús de carne y hueso que nos invita a no quedarnos “arriba”, alejados, volados de la realidad, sino a bajar y a descubrirlo Señor de lo cotidiano, ubicando su presencia en el “nosotros”, comunicándose a través de lo perceptible, de lo palpable de todos los días, para amarlo allí, para abrazarlo allí, para querer quedarnos con Él allí.