Me detuve a apreciar sus formas externas, su estructura, sus entradas; desde sus bases hasta sus techos observé, y todo me hablaba de belleza. Cada centímetro, cada pieza estaba bien calculada y adecuadamente colocada. "¿Quién habrá sido el arquitecto, el constructor de tamaña empresa?", me preguntaba.
El frente me recibió con bellos ventanales, con preciosos dinteles colocados en su puerta. Y no era frío, para nada; era cálido, cercano.
Luego entré, y toda la hermosura que percibí desde fuera era pequeña frente a la grandiosidad de su interior. Y me faltan las palabras, como si no hubiera suficientes para describir tamaña creación.
¡Era tan amplio! Había lugares donde pude acceder fácilmente, y otros donde había que pedir permiso para entrar, y ser respetuoso, muy respetuoso, y cuidadoso, muy cuidadoso, porque había cosas de enorme valor, y muy frágiles, que en un descuido podrían romperse. Sí, era así mismo; con puertas abiertas y cerradas, algunas bajo llave; con objetos que hasta podía tomar y llevarlos si quisiera, porque eran un regalo, otros que no podía tocar, y otros más que ni siquiera podía ver.
No llegué a recorrerlo todo, porque como dije antes: ¡era tan amplio! Hubiese tardado muchísimo en ver cada lugar.
Me encontré con cosas que sólo allí se pueden encontrar, con sonidos que sólo allí se pueden escuchar, con imágenes que sólo allí se pueden ver. Y sí, sentí algo que sólo allí pude sentir.
Algunas habitaciones me llenaban de alegría, otras me hacían reír, en uno de los patios me sentía niño otra vez, y en una recámara sentí gran tristeza. Había muchísimos cuadros, con rostros, con lugares, con casas, con animales; y cosas escritas por aquí y por allá, en libros y revistas, en las paredes, en sus muebles.
Había una luz radiante que iluminaba los salones que visitaba; esa luz parecía provenir del centro de la construcción, pero me era imposible llegar a ella. ¡Era más clara que el día! No se imaginan cuán cálida era.
Por fin, salí, y al salir y volver a ver su exterior me pareció mucho más hermoso que antes, mucho más nítido, mucho más comprensible; porque su interior me habló de su exterior, y lo comprendí.
Frente a mí estaba el más maravilloso y valioso monumento de todos, así lo entendí.
Y caminando otros monumentos vi, y en la fuente de una plaza, en su reflejo, monumento fui.