miércoles, 6 de mayo de 2020

Impregnar nuestros ambientes con aroma de santidad


Así como es cierto que el lugar donde vivimos nos educa, no menos verdadero es que cada uno de nosotros somos transformadores proactivos de esos mismos ambientes y de quiénes interactúan con nosotros. Así se dio con Domingo Savio en los dos cortos años que vivió en el Oratorio de Don Bosco. 

El Oratorio, su propuesta educativa llena de valores humanos y cristianos, fue para Dominguito fermento para que alcance madurez la semilla de santidad que ya estaba plantada en su corazón. Y Domingo, que ya traía consigo muchos valores y un gran deseo de bien y santidad, supo impregnar con un aroma especial a la vida del Oratorio, a sus educadores, a sus compañeros y al mismísimo Don Bosco: el aroma de la santidad juvenil.


Domingo vivió una santidad cotidiana, sin grandes proezas. Pero en esa cotidianeidad, él mismo generó un movimiento de anhelo de santidad en Valdocco. Su piedad profunda, su humildad, su amistad sincera, su dedicación a los quehaceres diarios, su espíritu proactivo para buscar el bien del prójimo y socorrer a los más necesitados, su creatividad para generar espacios de madurez cristiana como fue la “Compañía de la Inmaculada”, uno de los primerísimos grupos juveniles del Oratorio salesiano. ¡Cuánto verdaderamente debe el Oratorio de Don Bosco a Domingo Savio!


Hoy la espiritualidad de Domingo Savio nos desafía a ser cristianos en serio y no en serie, a cultivar la amistad con Jesús y con María, a hacer madurar en nosotros y en nuestros ambientes el bien, a vivir con dedicación y alegría nuestros quehaceres diarios, a tener una mirada solidaria con los más necesitados y ser para ellos signo del amor misericordioso de Dios. Nos desafía, en fin, a transformar nuestros ambientes para que en ellos se respire santidad.


Dice Domingo: “Me siento con el deseo y la necesidad de hacerme santo: yo no pensaba poder hacerme santo con tanta facilidad; pero ahora que he entendido que eso se puede efectuar también estando alegre, yo quiero absolutamente, y tengo absolutamente necesidad de hacerme santo”.

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