Realizando la verdad en
el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza:
Cristo. (Ef. 4, 15)
Hace
poco recibía este mensaje de una amiga, a la cual pido disculpas por
no consultarle sobre derechos de autor:
¿Sabés?... esta
noche me duele el dolor ajeno... me he quedado pensando en la
situación de los refugiados palestinos, de los ataques en la franja
de gaza... y me quedé con la imagen de los pibes que mueren todos
los días. Que mueren por las luchas económicas, por las luchas
socio - político - tecnológicas, por la intolerancia, porque el
hombre está hambriento de poder, porque los adultos nos enceguecemos
frente a lo esencial... Los pibes de Medio Oriente, los de África,
los de América, los de nuestra tierra... Esta noche me conmueve su
dolor. ¿Hasta dónde puede llegar la miseria humana?... ¿es
ilimitada? Parece... Y se me caen las lágrimas porque (supongo que
gracias a mi condición de mujer) los adoptaría a todos. Pero no
puedo. No puedo hacer nada por ellos. ¡Ya se! Puedo hacer por los
que tengo cerca, por los que cruzo a diario, a quienes a veces con
sólo un gesto les puedo hacer un bien. Pero esta noche me pongo
pretenciosa, y me pongo sensible... y me duele, me "estoy
doliendo" con ellos. Con todos los pibes que se duelen de
hambre, de muerte, de miedo a los bombardeos, a los fusiles. "Me
duelo" con las mujeres que son violadas, torturadas, mutiladas.
"Me duelo" con los que callan porque no hay nadie que
escuche sus gritos. "Me duelo" con los que lloran y lloro
con ellos. Y aunque no sirva de mucho, hoy "me duelo" con
el mundo.
¡Qué
sagrado dolor! No dejo de darte gracias, querida amiga, por estas
palabras compartidas. Y te pido una vez más perdón por mi
indiscreción al agregarlas en este texto, pero me parecían dignas
de algo más que un mensaje privado.
Pero,
¿qué hacer con el dolor?, ¿qué luz podemos sacar de tanta
oscuridad?, ¿a qué nos puede conducir semejante abismo?, ¿basta
con la mera empatía universal por el sufrimiento esparcido?, ¿cómo
superar la angustia existencial del sin-sentido del sufrimiento?
Mucho de esto, querida amiga, es el cuestionamiento de tantos hombres
y mujeres a lo largo de la historia. Has optado por algo muy sincero:
no preguntarte tanto, y simplemente dejarte por un momento sentirte
hermana. Tal vez, en esto, encontremos nuestra respuesta tan
preciosa...
El
dolor es un sentimiento, es un afecto que, como todo afecto, nos
moviliza a brindar una respuesta. Ahora, el agente que nos moviliza
en el afecto puede ser tal sujeto universal expresado en el pobre,
en el abandonado, en el maltratado, en la violada;
pero es bueno para nuestro quehacer y salud mental darnos cuenta que
tal sujeto universal no existe más allá de quienes lo encarnan.
Sólo está frente a mí este hermano que está pobre,
abandonado, maltratado, abusado. Entonces la respuesta clama a la
particularidad del dolor por mi hermano concreto, y a la respuesta en
un hacer concreto que, creo, no es otro que el amor.
El
Cardenal Van Thuan, en su libro Testigo de Esperanza, al
hablar del “amor a todos”, nos refleja lo siguiente:
“Estamos llamados a
ser pequeños soles junto al Sol del Amor que es Dios. Y entonces
todos son destinatarios de nuestro amor. ¡Todos! No un 'todos'
ideal, toda la gente del mundo, que quizá no conoceremos nunca, sino
un 'todos' concreto.
'Para amar a una
persona hay que acercarse a ella... -decía la Madre Teresa. No
atiendo nunca a las multitudes, sino solamente a las personas'.
'Así como basta una
hostia santa de entre los millones de hostias de la tierra para
alimentarse de Dios – afirma Chiara Lubich –, basta también un
hermano – el que la voluntad de Dios pone a nuestro lado – para
unirse en comunión con la humanidad, que es Jesús místico'.”1
La
parábola del buen samaritano es una enseñanza universal del amor al
prójimo, de este prójimo que encuentro tirado en el camino,
y de mi hacerme prójimo de quién está al lado mío. Y
descubro que mi “amor a todos” encuentra este límite y
grandiosidad: límite porque mis brazos no son tan largos, ni mis
bienes tan ilimitados como para responder a la humanidad entera
necesitada; y grandiosidad porque el amor entero hacia la humanidad
toda está presente en el servir y responder a mi hermanito que está
a mi lado.
No
obstante, hay algo precioso que nos hace creer que es posible una
respuesta más universal: el triunfo del Amor sobre el odio, de la
Vida sobre la muerte, de la Verdad sobre la mentira, del Bien sobre
el mal. En definitiva, la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo
que nos anima a hacer presente su Reino cimentado en el mismo Amor
que él vino a testimoniar.
Quien
cree en Cristo, reconoce en él la redención universal del género
humano y del universo entero. Creemos que él vino a hacer nueva
todas las cosas, que él venció al mundo no con las armas
sino con el Amor, que junto a su resurrección se inaugura una nueva
Creación donde Él reina, porque reina el amor, el bien, la
verdad.
La
fiesta de hoy, Jesucristo Rey del Universo, nos hace descubrir esta
inefable verdad: que Cristo, cabeza de la Iglesia, ya ha realizado
esta entrega plena del Amor, y con su Espíritu nos mueve a hacer
crecer todas las cosas hacia Él. Y este crecer llama a descubrir
que el Reino no es un imponerse sino trabajo diario, respuesta
cotidiana, donde la Verdad se identifica con el Amor, donde todo
encuentra su respuesta definitiva en Aquél que nos ama y nos invita
a amar, y donde la misión o llamado personal no deja de ser este:
Vayan por todo el mundo... a ser testigos míos.
Por
eso... felices los pobres, los hambrientos, los que lloran, los
que son odiados... porque suyo es el Reino de Dios, donde
serán saciados, reirán, saltarán de gozo, ya que su recompensa
será grande... porque Alguien los conoce,
los ama, y ya los redimió de su dolor. (Cfr. Lc. 6, 20-23)
Un
abrazo amiga, y gracias por compartir tus dolores conmigo. Yo, por mi
parte, no dejo de compartirte mis esperanzas...
1VAN
THUAN, Froncois-Xavier Neuyen. Testigos de esperanza: ejercicios
espirituales dados en el Vaticano en presencia de S.S Juan Pablo II.
7 Ed. - Buenos Aires: Ciudad Nueva de la Sefoma, 2002. Página 84.